viernes, 25 de septiembre de 2020

LENGUA Y LITERATURA 1RO. 4TA. PROFESORA SUAREZ

Lengua y Literatura 1ro. 4ta. CENS 451

Trabajaremos con los siguientes ejes de la ESI: El cuidado del cuerpo y la salud y Respetar la diversidad.

Actividad para realizar con el cuento La capa de R. Trougari

La capa

_ ¿Cómo, otra vez comiendo? Le preguntó su madre indignada.

No contestó. Estaba fastidiada por tanto control. La vigilancia de su madre y su hermana Clara aumentaba a medida que se acercaba la fecha del baile. Ese frívolo baile de máscaras.

En realidad, la culpa la tuvieron sus primas, Matilde y Claudia, con la idea de concurrir disfrazadas al baile de egresados.

_ ¡Pero, nena, no ves que ese manto negro parece una carpa!

_ Es la única manera de cubrir los kilos de más. Insinuó Clara, que, a pesar de su aspecto angelical tenía un horrible espíritu de bruja.

Así, cuando llegó el día, la oscura capa cubrió el cuerpo regordete, especialmente en las caderas y piernas, que parecían de otro cuerpo, más pesado, quizás de más edad (porque sus hombros y brazos eran más finos, hasta se podría decir que eran elegantes, como su carita, muy expresiva, de ojos negros y profundos).

Para completar su traje de “Zorro” ató los cabellos largos con una cinta plateada y encima colocó el sombrero, cubrió el rostro con un antifaz, tomó la espada y salió a “hacerse” justicia. Era su noche.

Llegó más tarde que las demás, Matilde y Claudia vestían a lo “Madonna” y no se acercaron para que los chicos conocidos no las identificarán. Realmente los conocidos eran pocos, pues su colegio de chicas solas tiene la ventaja de traer a cada fiesta a amigos nuevos, conocidos y primos de los amigos; esto permite renovar permanentemente la “vidriera” (como diría Clara).

Todos le resultaron irreconocibles, aunque era la primera vez que ella se fijaba en esas cosas. En otras oportunidades se recluía con los “disc-jockeys” y rara vez bailaba. Su cuerpo, que ella creía poco agraciado la fijaba en algún lugar discreto: el bar, donde ayudaba a sus compañeras, cubriendo todos los turnos o el guardarropa para recaudar fondos. A lo sumo entablaba una intranscendente conversación con algún “novio” de otra chica, por supuesto.

Pero esta vez era diferente, no la reconocían: estaba oculta, podía ir y venir como un fantasma. A los ojos de los demás ella, “la gorda”, no existía.

Se sintió libre, segura, casi coqueta. Hasta pensó que el disfraz alargaba su figura. Era esbelta.

Empezó sonreír a los desconocidos, luego a arrojar serpentinas y papel picado, más tarde a reír y por fin a bailar como las otras. Sus primas la miraban y cuchicheaban. Ella, que siempre se mostraba tan retraída, despectiva con los que exteriorizaban su alegría, estaba allí radiante, enloquecida con una ebriedad que no provenía precisamente del alcohol. Confiaba en que su capa

cubría el mundo, o por lo menos parte de él. Y fue en la ronda que se armó para bailar “La Bamba” que su mano quedó prendida a la mano fuerte de “Guillermo Tell”.

Parecía un chico dulce e inteligente, rostro ovalado que infundía tranquilidad. Ella, además, sabía que nunca lo había visto antes.

Bailaron, pasearon por toda la sala, hasta intentaron algunos pasos de esgrima y él trató de demostrarle que el arco y la flecha son armas muy nobles, en especial al ser usadas para ensartar manzanas, fruto en especial nefasto para el destino del hombre. Ella reía y reía; en realidad, nunca se había sentido tan bien.

Cuando se sacó el antifaz él quedó deslumbrado. Le dijo que “mataba”, que su cara era “así”, que sus ojos “asá”, que su boca, bueno, de su boca dijo ¡Uy! “que era sensual”. Dios mío, si lo oyera Clara, que se creía la dueña de todo el “sex-appeal”.

El problema empezó con el calor, él decía que se quitara la capa, total ya había descubierto que no estaba bailando con “El Zorro”. Pero ella ponía excusas, por último, le dijo que él era como todos los hombres, que en lo único que piensan es en el aspecto físico.

_ Bueno, ¿no me dirás que sos gordita? Porque ese sí que es un drama para una chica.

La estocada fue dura, pero la idea de que esa noche era todas las noches le permitió continuar; contestó una tontería y los dos rieron, aunque eso ella había puesto triste.

Al amanecer, la fiesta termino con un chocolate caliente. Ellos fueron los últimos en despedirse. La esperaría al día siguiente en la esquina de “El Ciervo”.

Ese domingo fue interminable, la angustia hizo que comiera más que nunca. Las discusiones con su mamá se renovaron. Nadie en su familia podía entender cómo ninguna terapia la ayudaba a superar esa terrible ansiedad. Abandonaba sistemáticamente cuanta dieta comenzaba. Odiaba la gimnasia, sobre todo porque no podía lucir las calzas y las mallas como sus compañeras, de cuerpos finos y atractivos.

La cita era a las seis. Se vistió lentamente, luego de pasar horas buscando la ropa que mejor disimulara a su obesidad. Fue inútil. Optó por una pulsera muy amplia de jean, una remera rosa que le quedaba. Cambió las zapatillas por un par de zapatos con pequeños tacos. Arregló su pelo y coloreó apenas los labios. Volvió a mirarse varias veces en el espejo y, ya vencida, se colocó la más amplia y larga de todas sus camisas.

Salió de su casa, como quien va una batalla. Se sentía derrotada de antemano. Caminó las cuadras que la llevaban al lugar de la cita, automáticamente, con la mirada baja, no veía a la gente. Varias veces chocó con personas que la miraban sorprendidas. Dos chiquilines le susurraron: - ¡Chau, gordita!-. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Dio una vuelta manzana para tranquilizarse. Mientras tanto alimentaba la secreta esperanza de que él no concurriera a la cita.

Por fin llegó al lugar. No quiso mirar para ningún lado. Sus ojos buscaron desesperados las tapas de las revistas del kiosco; los colores y las líneas se le borraban. Su corazón latía de manera enloquecida. Pensaba mil cosas a la vez: “no vendrá”, “vendrá y se burlará de mí”, “tal vez ya me vió y ahora desaparece”.

_ ¡Estela! ¿Hace mucho que llegaste? ¡Mirá, saqué las entradas para ver la película de la que hablamos anoche! _

-…

_Vení, dame la mano, vamos que si no llegamos tarde. ¡Ah! me olvidaba: ¡Que linda estás! _

Esa noche, ya en su casa, pensó que tal vez las dietas eran posibles y se acostó sin comer.

R. Trogauri



Leer y reflexionar a través del texto

1) ¿Qué temas se desprenden del mismo?

2) ¿Qué sabés de la obesidad?

3) ¿Cómo creés que se siente una persona discriminada?

4) ¿Qué le dirías a una persona que discrimina a otra por su gordura?

5) ¿Qué otro tipo de discriminación conocés?

6) Relean el texto y produzcan tres diferentes finales a partir del momento en que la protagonista sale para su cita, teniendo en cuenta los hechos anteriores y respetando la tercera persona gramatical.

No más de 8 (ocho) renglones por final.